En estos últimos veinte años el tema del aborto ha estado más que nunca en el centro de la discusión. Se ha abordado desde varias caras, ya para defenderlo ya para condenarlo; se ha usado argumentos desde los más simples hasta los más contundentes, pasando por los planos legal, teológico, filosófico y social.
Ante lo anterior cabe preguntarse ¿por qué se pone en duda algo que es tan evidente como es la existencia de una vida, en este caso, en el vientre materno? …y no hay que ir muy lejos para comprobarlo, solo basta la simple experiencia sensible de la madre cuando siente los latidos de su hijo, o la comprobación empírica arrojada por los exámenes clásicos que prueban su existencia desde el momento de la fecundación!. Pero ¿qué hace hoy que las personas alrededor del mundo, se dividan a favor o en contra de la existencia de vida en el vientre materno? ¿por qué hoy ya no aceptan respuestas concebidas sobre el plano metafísico, formula lógica que por siglos permitió comprender al Ser y el sentido vida?
Es bueno abordar otra arista, para poder dar una respuesta a estas interrogantes y es la teoría de la “hegemonía ideológica” o la capacidad real de “ejercer control y dirección” ideológica en el desarrollo del proceso social y político de la realidad la que se funda en un “principio”, el que determina, tanto la creencia (bueno o malo) la cultura, y por ende, el tipo de hombre y sociedad que se desea.
A partir de ahí nos preguntamos: ¿qué principio de verdad está gobernando Occidente hoy? Para entender mejor, recordemos que existen dos principios o “supuestos necesarios” que han determinado la historia de la humanidad: uno basado en el “realismo metafísico” y trascendente y, otro de características “inmanente y de emanación”; el primero define al hombre creado por un Ser, pero fuera del Ser con características distintas pero de la misma naturaleza, es decir, compuesto de cuerpo y alma-espiritual y en libertad; y el segundo, lo define como compuestos de moléculas o monadas divinas iguales al Ser, pero no libre, y esto debido a que cada molécula divina se reproduce interiormente por emanación, estableciendo la no individuación, y por ende, la ausencia de libertad.
Hoy la vanguardia ideológica de los “neo” (neomarxismo y neoliberalismo) expresada a través del “Estructural-decontruccionismo”, que partió siendo un método y que se consolidó como principios de vida, se ha impuesto como la fuerza hegemónica, ejerciendo una poderosa transformación en muchas personas e instituciones importantes, para determinar como verdad absoluta al principio de la “inmanencia y de emanación”, desplazando a un segundo lugar a la trascendencia. Esta categoría ideológica ha informado en todos los ámbitos tanto de la educación como el sistema político- legislativo con el fin de ser usada como instrumento de conocimiento, análisis e interpretación de la realidad, concibiendo de paso una nueva realidad, con otra creencia (bueno y malo) otra cultura, y un “nuevo hombre”, y por lo tanto, una nueva sociedad, usando como instrumento al conocido constructivismo, herramienta del Estructuralismo, para el que la realidad y el hombre son sólo una construcción cultural, cuyo valor y significado se considera en un momento determinado y circunscrito a un espacio y tiempo; lo que ayer era verdad hoy ya no lo es ; por lo tanto, el resultado es la transformación de la creencia y la sociedad. Foucault, concebía al hombre como una construcción biopolitica que se semejaba a un dibujo en la orilla de la playa que fue borrado por la ola; se nos presenta a continuación la “posibilidad de existencia del hombre”, cuando Derrida desarrolla la ideología del decontruccionismo, y sostiene que éste “es solo un momento, o un sonido en la historia”, que busca su aniquilación real, para permitir alcanzar la posibilidad de “ser” en el devenir. Por lo tanto si en el siglo XIX ya asistimos a la muerte de Dios, en el siglo XXI estamos asistiendo a la muerte del hombre. ¿Y si no hay Dios ni hombre? Entonces ¿qué habrá?
Es bajo esta hegemonía ideológica, que con el mote de “moderno o desarrollado”, se ha impuesto una nueva sociedad casi al estilo de las novelas “1984” o “Un Mundo Feliz” entre otras, donde el valor de la persona es manejado por la “matriz”, determinada como un acopio de energía divina o moléculas reductibles al cosmos o simples hologramas.
Hoy se confirma la hegemonía de una cultura de lo “trans” o lo indeterminado con programas y contenidos educativos tanto en los colegios como en las universidades, en que se considera al hombre como parte de una estructura o una mera reducción de materia animada por energía cósmica, esta perspectiva se ve legitimada por el “voto democrático” o las encuestas entregadas por la estructura social previo condicionamiento comunicacional del principio hegemónico.
De esta manera cuando se propone el aborto o el matrimonio homosexual, la eutanasia u otros cambios sociales, el resultado es evidente, pues se impone la hegemonía ideológica, que establece estos elementos como correctos, Y ahí, entramos a un plano íntimo de la persona como es la creencia que tiene. Por lo tanto, vemos que dependiendo de la creencia de la sociedad es el valor que tendrá la persona.
Creo que sería sano para la discusión hacer un análisis serio de los reales principio ideológico que sostienen el tema. Sería sano ver a filósofos, antropólogos intelectuales de ambos facciones debatir e informar realmente a una opinión pública confundida,por la real dimensión de la persona que defiende, para que nuestras elecciones de vida sean realmente libres y no manipuladas.
JMCV.